El Susurro del Pozo – La leyenda del licor escondido 3/6
Pozo de la Nieve (Siglo XVII)
Soy el Pozo de la Nieve, una estructura circular donde, en tiempos pasados, los frailes del Convento Carmelita cercano almacenaban la nieve del invierno.
Soy el Pozo de la Nieve.
De mí se dice que fui cavado para guardar el frío del invierno, que durante siglos albergué la nieve que los frailes recogían con paciencia y que servía para conservar alimentos y aliviar fiebres. Pero esa es solo una parte de la historia… la que se puede contar a plena luz del día.
Pozo de la Nieve (Siglo XVII)
Soy el Pozo de la Nieve, una estructura circular donde, en tiempos pasados, los frailes del Convento Carmelita cercano almacenaban la nieve del invierno.
Soy el Pozo de la Nieve.
De mí se dice que fui cavado para guardar el frío del invierno, que durante siglos albergué la nieve que los frailes recogían con paciencia y que servía para conservar alimentos y aliviar fiebres. Pero esa es solo una parte de la historia… la que se puede contar a plena luz del día.
Mi verdadera historia habita en la penumbra de los susurros, en las noches sin luna, cuando el viento baja del Pico de San Vicente y acaricia las piedras que me forman.
Fue hace siglos, cuando aún resonaban los cánticos de aquel convento cercano, que los frailes descubrieron algo más valioso que la nieve: el arte de destilar la pureza misma de la tierra.
En secreto, aprovechando las frías entrañas de mi cuerpo, comenzaron a almacenar algo distinto… vino dulce, espeso como la sangre, y aguardiente cristalino, fuerte como el alma.
El secreto era celosamente guardado. Solo unos pocos sabían que, mientras en la superficie se recogía nieve, en lo más profundo del pozo reposaban toneles de licor. Se dice que aquel vino, criado en silencio entre la piedra y el hielo, era tan puro que los nobles de Talavera, Oropesa e incluso Toledo pagaban auténticas fortunas por una copa.
Los frailes lo vendían de forma clandestina, bajo el juramento de que nunca se revelaría el origen. A los compradores se les entregaba en frascos de cerámica sin nombre, y quien preguntaba demasiado… simplemente no volvía a comprar.
Una noche, uno de los jóvenes frailes, tentado por la codicia, quiso hacerse con todo el licor y huir. Bajó al pozo con sogas, pero nunca volvió a salir. Algunos dicen que resbaló. Otros, que el mismísimo pozo —yo— lo tragué como castigo, sellando el secreto para siempre.
Desde entonces, nadie ha vuelto a tocar mi fondo. El convento cayó en silencio, los frailes desaparecieron con el tiempo, y el licor… quién sabe si aún duerme entre mis piedras, esperando una nueva lengua que sepa guardar un secreto.
Así paso mis días, bajo el musgo y la historia, escuchando las pisadas de los que se acercan sin saber quien soy realmente.
Soy el Pozo de la Nieve. Y guardo más que hielo. Guardo un secreto escondido en el tiempo...
Así paso mis días, bajo el musgo y la historia, escuchando las pisadas de los que se acercan sin saber quien soy realmente.
Soy el Pozo de la Nieve. Y guardo más que hielo. Guardo un secreto escondido en el tiempo...
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