1. Ermita de Nuestra Señora del Piélago (Siglo XVI)
En lo alto de la Sierra de San Vicente, donde los robles susurran historias al viento y las nieblas del amanecer ocultan más de lo que muestran, se alza solitaria la Ermita de Nuestra Señora del Piélago. Fue construida en el siglo XVI, pero los aldeanos aseguran que el lugar ya era sagrado mucho antes de que se colocara la primera piedra.
Cuenta la leyenda que bajo el altar se custodiaba una reliquia singular: una piedra marcada con las huellas de los pies y el báculo del mismísimo San Vicente, que, según los más ancianos, se apareció allí siglos atrás durante su huida de la persecución. Aquel objeto era fuente de milagros y peregrinaciones. El agua que brotaba cerca de la ermita, al contacto con la piedra, sanaba llagas y huesos, mejoraba los problemas de la vista y otros males...
Pero no todos los ojos que posaban su mirada en la reliquia buscaban fe. En el verano de 1604, un viajero extraño —cubierto por una capa negra y acompañado por un cuervo que nunca graznaba— se presentó en la ermita. Observó, midió, y desapareció. Aquella noche, el ermitaño custodio, un anciano llamado Mateo, tuvo un sueño revelador: una mujer vestida de luz le advirtió que la reliquia estaba en peligro y debía ser protegida.
A la mañana siguiente, Mateo hizo traer a un cantero del pueblo. En secreto, creó una copia exacta de la piedra, y la verdadera fue trasladada, bajo la protección de clérigos leales, a una iglesia en la Sierra de San Vicente, en donde fue escondida.
En lo alto de la Sierra de San Vicente, donde los robles susurran historias al viento y las nieblas del amanecer ocultan más de lo que muestran, se alza solitaria la Ermita de Nuestra Señora del Piélago. Fue construida en el siglo XVI, pero los aldeanos aseguran que el lugar ya era sagrado mucho antes de que se colocara la primera piedra.
Cuenta la leyenda que bajo el altar se custodiaba una reliquia singular: una piedra marcada con las huellas de los pies y el báculo del mismísimo San Vicente, que, según los más ancianos, se apareció allí siglos atrás durante su huida de la persecución. Aquel objeto era fuente de milagros y peregrinaciones. El agua que brotaba cerca de la ermita, al contacto con la piedra, sanaba llagas y huesos, mejoraba los problemas de la vista y otros males...
Pero no todos los ojos que posaban su mirada en la reliquia buscaban fe. En el verano de 1604, un viajero extraño —cubierto por una capa negra y acompañado por un cuervo que nunca graznaba— se presentó en la ermita. Observó, midió, y desapareció. Aquella noche, el ermitaño custodio, un anciano llamado Mateo, tuvo un sueño revelador: una mujer vestida de luz le advirtió que la reliquia estaba en peligro y debía ser protegida.
A la mañana siguiente, Mateo hizo traer a un cantero del pueblo. En secreto, creó una copia exacta de la piedra, y la verdadera fue trasladada, bajo la protección de clérigos leales, a una iglesia en la Sierra de San Vicente, en donde fue escondida.
Tan sólo unos días después, en septiembre de 1604, la ermita fue profanada. La copia fue robada, y llevada a la Colegiata de Talavera de la Reina, aunque muchos pensaron que era el fin de los milagros, los verdaderos fieles sabían que lo sagrado aún estaba a salvo.
Hoy, pocos conocen esta historia. La ermita sigue en ruinas, solitaria pero digna, guardando silencio. Y cuando el sol se pone tras las cumbres y la bruma baja a los valles, algunos peregrinos dicen ver una figura que recorre el sendero, apoyada en un báculo invisible, velando por la memoria de aquello que una vez fue sagrado.
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía por Itinerarios de Baja y Media Montaña
Informador Turístico Rutas Religiosas Sierra de San Vicente (*)
(*) Ermita de la Virgen del Piélago, Convento Carmelitas Calzados, Pozos de la nieve, Ermita de los "Santos Mártires" y Castillo de San Vicente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario