martes, 8 de abril de 2025

Los Pasillos del Silencio – La leyenda de la cueva bajo la ermita 4/6

 
Los Pasillos del Silencio – La leyenda de la cueva bajo la ermita 4/6
 
4. Ermita de los Santos Mártires (Siglo XVII)

Soy la Ermita de los Santos Mártires, construida sobre una cueva...
 
Me alzo humilde entre los robles y las jaras de la Sierra de San Vicente. Desde hace siglos, los pasos de los fieles han rozado mis losas, y las oraciones han llenado mi nave de ecos sagrados. Pero mucho antes de que se levantaran mis muros, ya existía el corazón de mi historia: una cueva oscura y sagrada, tallada por el tiempo y los milagros.

Cuenta la tradición que aquí se refugiaron San Vicente y sus hermanas, Sabina y Cristeta, cuando huían de las autoridades romanas que perseguían a los cristianos. La cueva los acogió como un vientre de piedra, y durante días vivieron entre la humedad y el silencio, alimentados por raíces, agua de manantial… y fe.
 
Pero lo que pocos saben es que aquella cueva no era un simple escondite, sino la entrada a un antiguo pasadizo que, como una vena secreta de la montaña, conectaba directamente con el Castillo de San Vicente, una fortaleza en lo alto del cerro, hoy dormida entre ruinas.

 
Durante siglos, sólo unos pocos conocieron este paso. Los frailes, los pastores más antiguos, y algún noble con demasiados enemigos. Los túneles se extendían como un laberinto bajo tierra, y en sus ramificaciones se excavaron estancias secretas, cámaras donde se guardaban libros prohibidos, cofres con documentos y, según cuentan los más osados, reliquias traídas desde el mismísimo norte de África.
 
Dicen que si uno recorre la cueva en silencio total, puede escuchar aún el eco de las pisadas de aquellos que huyeron por allí, o el susurro de una oración lejana que nunca se terminó de pronunciar.

Hubo un tiempo, durante la Guerra de la Independencia, en que guerrilleros locales utilizaron ese mismo pasadizo para sorprender a los franceses. Entraban por la cueva de la ermita y aparecían tras las almenas del castillo, como fantasmas de la sierra.
 
Hoy, todo parece en calma. El bosque ha cubierto las huellas, la piedra ha cerrado muchas de las entradas, y sólo los muy viejos recuerdan el camino.
 
Pero yo lo sé.
 
Porque soy la Ermita.
 
Y guardo, bajo mis cimientos, los secretos del monte y los susurros de los mártires.

 
La cámara secreta
El Tesoro del Piélago
 
En los días del siglo décimo séptimo, quando la fe y el temor de Dios regían los destinos de los varones, se cuenta entre los moradores de las tierras de la sierra de San Vicente, una estoria de grande misterio e maravilla. Decíase que los frailes de la Orden de los Carmelitas Calzados, aposentados en el sacro Convento del Piélago, fueron encomendados por la Santa Madre Iglesia con la custodia de riquezas sin parangón, a fin de librarlas de las manos de infieles, herejes e bandoleros.
 
Non lejos del monasterio, en la peña umbrosa que el vulgo llamaba la Cueva de los Santos Mártires, los buenos frailes hallaron abrigo para tal encomienda. A cien varas de la entrada escabrosa, oculta tras un recodo donde la luz apenas osa penetrar, abriéronse con maña e rezos los muros del monte para dar paso a una cámara secreta, labrada por los frailes en la piedra misma de la entraña terrestre.
 
Allí, en profundo silencio y bajo la protección de la cruz, posaron cofres repletos de reales de a ocho, labrados en plata del Nuevo Mundo, así como cálices, custodias, incensarios y otros ornamentos litúrgicos, todo ello cincelado en oro y plata, e engastado de topacios, amatistas e rubíes.
 
Mas el más preciado de los tesoros, según reza la tradición, era un “Lignum Crucis”, fragmento verdadero del Árbol Santo donde Nuestro Redentor fue clavado. Tal reliquia, traída con gran peligro desde la Ciudad Santa de Jerusalén, fue engarzada en un relicario de oro macizo, ornado con gemas preciosas, cuya sola visión movía al llanto de devoción e al temblor de los fieles.
  
Sepan, pues, cuantos lean estas letras, que el tesoro y su secreto durmieron bajo la piedra e el rezo por siglos incontables. Mas el monte, como Dios, non olvida, y quien con alma pura busque, podría aún hallar la huella de aquellos días santos.

David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía por Itinerarios de Baja y Media Montaña
Informador Turístico Rutas Religiosas Sierra de San Vicente (*)
 
(*) Ermita de la Virgen del Piélago, Convento Carmelitas Calzados, Pozos de la nieve, Ermita de los "Santos Mártires" y Castillo de San Vicente.


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