martes, 23 de diciembre de 2025

Mirador Sierra de San Vicente (Toledo) - Las últimas fotografías de 2025

Mirador Sierra de San Vicente (Toledo) - Las últimas fotografías de 2025


 
Relato
 
El anciano subió despacio hasta el mirador de la carretera que trepa hacia la Sierra de San Vicente. Cada paso era una conversación con sus rodillas, cada respiración un acuerdo silencioso con el tiempo. 
 
Cuando llegó arriba, se apoyó en la barandilla oxidada y dejó que el paisaje hiciera el resto.
El valle se abría como un libro antiguo. Los pueblos, pequeños y blancos, parecían los mismos de siempre, aunque él sabía que no lo eran. El aire olía a tomillo y a piedra caliente, y ese olor —ese maldito olor— fue la llave.
Volvió a ser niño.
 
Se vio corriendo por las calles de tierra de su pueblo, con las rodillas peladas y el sol quemándole la nuca. Oyó las voces de su madre llamándolo a comer, la risa grave de su padre al caer la tarde, el murmullo constante de la casa llena. Todo estaba allí… y al mismo tiempo no estaba.
 
Recordó a sus amigos: los de siempre, los que juraron no irse nunca. Uno marchó a la ciudad, otro cruzó el mar, otro se quedó bajo una lápida demasiado joven. Recordó juegos que parecían eternos y promesas hechas sin saber que el tiempo escucha y luego cobra.
Su familia fue apareciendo como sombras cálidas. 
 



 
La madre con el delantal, el padre con las manos agrietadas, los abuelos sentados a la puerta, viendo pasar la vida sin prisa. Todos le sonrieron. Todos se fueron.
 
El anciano cerró los ojos. La nostalgia, que al principio era un abrazo suave, se transformó en un peso. Recordar dolía porque ya no había a quién volver. El pueblo seguía allí, sí, pero ya no lo esperaba nadie.
Abrió los ojos de nuevo. El mirador seguía siendo un mirador, la sierra seguía en pie, el mundo continuaba. Solo él estaba un poco más solo.
 
Antes de marcharse, dejó que una lágrima cayera sin vergüenza. No era tristeza solamente: era amor acumulado, buscando salida.
Luego dio media vuelta y comenzó a bajar, despacio, como quien regresa de un lugar al que ya no se puede volver.
 

 
Poesía
 
En el mirador del tiempo
se detiene mi vejez.
La sierra no sabe mi nombre,
pero me reconoce los silencios.
 
Aquí fui niño,
aunque el suelo ya no lo recuerda.
Corrí detrás de risas
que hoy son polvo en la memoria.
 
Mi madre vive en el aire,
mi padre en la forma del viento.
Mis amigos son caminos
que se fueron sin despedirse.
 
La nostalgia llegó despacio,
como quien viene a consolar,
pero se quedó a vivir en el pecho
y aprendió a doler.
 
No duele el pasado,
duele no poder volver.
Duele saber que el pueblo existe
pero ya no me espera.
 
Y aun así,
desde este mirador antiguo,
bendigo cada recuerdo:
porque amar tanto
también es una forma de seguir vivo.
 







 
VÍDEOS
Para ver mejor los vídeos:
 
Primero pinchar en el círculo rojo
Después pinchar en el cuadrado (con esquinas)
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario