martes, 9 de diciembre de 2025

El Real de San Vicente (Toledo) - Navidad 2025

El Real de San Vicente (Toledo) - Navidad 2025
 
 
Decía mi abuela... que cuando te haces mayor, el tiempo pasa muy deprisa...
Pues sí... Ya estamos otra vez en Navidad...
 

  

 
Navidad en El Real de San Vicente
 
La Navidad llegaba despacio a El Real de San Vicente, como lo hacen las cosas importantes en los pueblos serranos: sin prisas, sin estruendo, pero con una verdad que se siente en el aire limpio que baja de la Sierra de San Vicente.
 
El pueblo, tranquilo durante todo el año, parecía abrigarse aún más en estas fechas. Las chimeneas comenzaban a humear desde primera hora, esparciendo ese olor a leña que solo huele a hogar cuando se respira allí, en plena naturaleza. 
 
Las casas, de piedra y memoria, se iluminaban de forma sencilla: una estrella en un balcón, un belén en la ventana, unas pocas luces que parpadeaban tímidas al caer la noche. No hacían falta más. Aquí, la Navidad se vivía sin artificios.
 
La gente del pueblo —rural, campechana, con la sonrisa fácil y la palabra honesta— se cruzaba en las calles estrechas, deseándose felices fiestas como quien comparte algo propio, algo que nace del corazón. 
 
En la fuente, el agua seguía cayendo clara y fresca, recordando a todos que, incluso en invierno, la vida fluye pura entre montes y robledales.
  
Los niños corrían por la plaza, emocionados por la llegada de las vacaciones. El eco de sus risas rebotaba entre las fachadas antiguas, llenando el pueblo de una alegría sencilla, contagiosa. 
 
Algunos mayores se reunían en los bares, alrededor de un café caliente o un vino, comentando cómo cada año pasaba más rápido, aunque la montaña —que todo lo observa— parecía siempre la misma.
 
Y al anochecer, cuando el frío serrano apretaba, todo El Real de San Vicente adquiría un encanto especial. No había tantas luces como en las ciudades, eso era cierto. Pero a cambio, el silencio de la sierra, el cielo despejado cuajado de estrellas y la sensación de estar rodeado de naturaleza ofrecían una magia que no se podía comprar. Una magia auténtica.
 
Esa Nochebuena, como cada año, las familias se reunieron en torno a las mesas. Los villancicos sonaron entre risas, recuerdos y algún que otro pellizco de nostalgia. Afuera, el viento movía las ramas de los castaños y llevaba consigo el aroma de los pucheros y los asados.
 
Y aunque nadie lo decía en voz alta, todos lo sentían:
en El Real de San Vicente, la Navidad se vive de verdad, en la calma, en la cercanía, en la naturaleza que abraza, en la gente que nunca cambia.
 
Porque allí, en ese rincón serrano de Toledo, la Navidad no brillaba con luces de colores…
Sino con la calidez de su gente y el encanto eterno de su tierra.
 


 
VÍDEOS
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Momentos Navideños
 










 
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