En la Ciudad de la Cerámica
En Talavera, donde el río murmura,
susurra el Tajo leyendas de amor,
entre murallas que el tiempo asegura
y torres que velan su antiguo esplendor.
En la Plaza del Reloj, la tarde se apaga,
y el eco lejano de un paso al pasar
recuerda a María, la Reina olvidada,
que en noches calladas regresa al lugar.
Las Mondas estallan en fiesta y colores,
antigua memoria de un rito inmortal,
mientras en la Almeda, fragantes las flores,
tejen primaveras de aroma ancestral.
La Alcazaba árabe, bajo la luna,
guarda secretos de Abderramán,
y en la Corredera, que el alba acuna,
la historia respira en cada portal.
Cerámica fina, azul en el vuelo,
murales que cantan un arte sin fin,
en platos y azulejos, el viejo anhelo
de manos que plasman su eterno confín.
En la Colegial, campanas que lloran,
en Santa María reza el corazón,
y en el Prado, los fieles fervientes imploran
a la Virgen santa su fiel bendición.
Talabriga, de piedras vetonas,
susurra en Saucedo un pasado real,
ciudad de leyendas, de historia que entona
un canto que el viento no puede apagar.
Y así, Talavera, con alma infinita,
entre sus muros la vida dejó,
un puchero humeante, fe que palpita,
y un tiempo dorado que no se perdió.
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