sábado, 14 de diciembre de 2019

Puente Vetón - Iglesuela del Tiétar (Toledo) - Un lugar único...

¿Cómo llegar…?
A poco mas de hora y media desde Madrid, cogemos la Carretera que atraviesa el Valle del Tietar la  CL-501 (Madrid-Plasencia), a la altura de Casavieja, cogemos el desvio dirección La Iglesuela (CM-5006), a los 1500 metros nos encontramos con el Rio Tietar, donde antes de cruzarlo dejamos el coche en un apartado a mano izquierda y tras cruzar la carretera andando nos encontramos de frente con el Puente. 
Aunque pertenece al termino de La Iglesuela (TO), se encuentra mas cerca y mas accesible por Casavieja (AV). La zona es muy acogedora, hay una poza que algunos utilizan como lugar de baño y esparcimiento.




El Puente Romano de La Iglesuela

Aunque su origen es confuso, las diversas fuentes que he consultado hablan de origen Vetón (recordemos, pueblo prerromano de cultura celta que habitaba el oeste de la Península Ibérica. Su asentamiento tuvo lugar entre los ríos Duero y Tajo, principalmente en el territorio de las actuales provincias de Ávila, Cáceres, Salamanca, Toledo y Zamora) y Romano, aunque su aspecto es medieval, no descartándose que sus cimientos sean incluso de época Vetona, tal y como se alude en algunas fuentes. 
Lo que si es cierto es que debio ser lugar muy transitado , ya que servía de vía de comunicación entre el Valle del Tietar y Talavera de la Reina. Todo el Valle del Tietar y La Vera esta plagado de diversos Puentes de origen Romano y Medieval, lo cual da constancia de la importancia comercial de la zona de la Sierra de Gredos con el Valle del Tajo, sobre todo en Ganadería, pieles y lanas.






Posee solo un ojo central de grandes dimensiones, a modo de arco de medio punto, ya que el terreno a salvar no es muy grande, aunque si escarpado de piedra granítica. 

Llama la atención el pavimento del Puente, que  muestra el desgaste de los sillares utilizados en el mismo, piedra granítica redondeada por el paso de carros, caballerizas y gran numero de personas a lo largo de su dilatada existencia.  El puente en la parte del intradós del arco, aun conserva los mechinales de los andamios utilizados en su construcción.

En las cercanías se encuentra otro Puente de origen Romano conocido como «Puente de Garganta Torinas«.














VÍDEO



Para saber más de la Iglesuela del Tiétar...

Una tarde por las calles de la Iglesuela del Tiétar (Toledo) - Guía para conocer lugares con "encanto"


La Iglesuela del Tiétar - Garganta Torinas y el puente romano


LOS VETONES
Los vetones (en lat. vettones) fueron el demónimo que los historiadores griegos y romanos emplearon sobre el conjunto de los pobladores prerromanos de cultura celta que habitaban un sector de la parte occidental de la península ibérica y que compartían un denominador más o menos común.
Su asentamiento tuvo lugar entre los ríos Duero y Tajo, principalmente en el territorio de las actuales provincias españolas de ÁvilaSalamanca y Cáceres, y en parte de las de Toledo y Zamora. En la parte del oriente de Portugal también existen ejemplares de una de sus creaciones más características, los verracos de piedra.
En líneas generales los vetones limitaban con los pueblos vacceos al norte, con los astures al noroeste, al este con los carpetanos, al sur con los oretanostúrdulos y célticos y al oeste con los lusitanos. Es posible que también entraran en límite con el territorio arevaco al noreste. ​
Su cultura se caracterizó por su carácter guerrero y ganadero. Las diferentes comunidades vetonas estaban dirigidas por una «estratocracia» que controlaba los recursos, en particular el ganado. ​ Construyeron asentamientos defensivos en zonas elevadas; algunos ejemplos que han llegado a nuestros días son los castros u oppida de UlacaEl RasoSanchorrejaLas Cogotas o el de Mesa de Miranda. ​
El concepto Vetonia como ente etno-político es probablemente un producto posterior fruto de la nueva organización territorial de la Hispania romana que realizó Augusto en los últimos estertores del siglo I a. C.

Arqueológicamente, el territorio vetón corresponde al que ocupa la cultura denominada Cogotas II o de los verracos; esta cultura se desarrolla a partir del siglo V a. C. como una evolución de la cultura preexistente, Cogotas I, de finales de la Edad del Bronce, sobre la que influye la progresiva llegada de pobladores indoeuropeos.
La construcción de murallas de los castros salmantinos y abulenses en la segunda mitad del siglo V a. C. denota un incremento de la riqueza y los recursos de la comunidad, necesarios para hacer frente al coste económico y humano (horas de trabajo invertidas en la construcción en detrimento de tareas productivas primarias) de la edificación de dichas defensas. En este incremento de la riqueza debieron jugar un gran papel los contactos con sociedades más avanzadas del sur de la Península y la influencia de los pueblos colonizadores, con quienes se realizaban intercambios a través de una ruta prehistórica que luego dará origen a la Vía de la Plata.
En torno al 500 a. C.-400 a. C. se produjo un cambio profundo en el interior de la península. La puesta en práctica de nuevas tecnologías agrícolas (proceso de deforestación, conversión de zonas de bosque en pastos y campos para el cultivo) provocó que los asentamientos fuesen más grandes y de ocupación más prolongada (sedentarización), además de un crecimiento demográfico y una mayor jerarquización social.
El cambio de las prácticas agrícolas, el aumento de la producción y la acumulación de riqueza repercutió en las redes de intercambio y en los contactos regionales. La aparición de posibles invasores hace que se empiecen a construir murallas, torres, fosos; estos poblados fortificados se denominan genéricamente «castros».
Las murallas que se van construyendo tienen sillares angulosos y de gran tamaño, aparecen torres de planta cuadrada, como en La Mesa de Miranda, aumenta la superficie ocupada de los poblados, como en Las Cogotas o Salamanca, y se fundan otros nuevos, como El Raso. Es ahora cuando se observa que existen jerarquías entre ellos, y los poblados que son más importantes se organizan en barrios, talleres, zonas de santuario, mercados... Estos poblados fortificados de la Segunda Edad del Hierro reciben el nombre de Oppida, palabra que empezó a usar Julio César para los grandes asentamientos de la Galia.
Estos centros, por su tamaño y por sus defensas, se consideran por algunos los primeros centros urbanos prehistóricos de la Meseta occidental. Por ejemplo, hacia el 300 a. C. Salamanca ya tenía una superficie de 20 ha. Es casi seguro que otros poblados alcanzasen en este momento su tamaño actual, como Las Cogotas, sus casi 15 ha, o La Mesa sus 19 ha. Por entonces se fundaría El Raso, con la misma superficie que Salamanca. Más tarde, La Mesa de Miranda amplía sus recintos a tres y ocupa 30 ha, llegando a invadir parte de la necrópolis. Esto se ha relacionado con la conquista romana y los periodos de inseguridad asociados, ya fueran las expediciones del pretor Postumio en el 179 a. C. o las de Viriato a mediados del siglo II a. C.
La producción de hierro, fundición del bronce, fabricación de cerámica, tejidos, talla en piedra, la producción agrícola y ganadera, más el almacenamiento de alimentos a gran escala, además de los ajuares de los cementerios y de las relaciones comerciales e intercambio de productos a larga distancia —que se han podido comprobar en poblados y necrópolis— permiten hablar de una creciente industrialización de los poblados vetones, generaciones antes de la llegada de Roma.

Una de las manifestaciones artísticas de los vetones son los verracos, esculturas de toros y cerdos, e incluso en algunas ocasiones, jabalíes, que se hallan esparcidas por todo el territorio que se supone la Vetonia. La función de estas esculturas ha sido muy debatida, y puede tratarse tanto de monumentos conmemorativos de victorias, como tener significados mágico-religiosos de protección y reproducción del ganado.
Otras pudieron tener sentido funerario, como parecen demostrar las esculturas que aparecen asociadas a piedras con cavidades, a modo de tapas de las tumbas, tal y como le ocurre a alguno aparecido en Martiherrero (Ávila), pero se ha señalado que estas esculturas pertenecieran a las élites vetonas romanizadas, y otros con inscripciones funerarias.

Los últimos estudios sobre los vetones coinciden en situar la frontera occidental de este pueblo en el río Coa, afluente del Duero por su margen izquierda, que transcurre paralelo al río Águeda y por la actual frontera con Portugal (en su afluente Ribeira de Toures). Por otra parte, la frontera oriental debió ser la que hoy en dia forma la linea que comenzando en Talavera de la Reina pasa por El Casar de Escalona, Maqueda y sigue hasta Ávila (en todos los casos anteriores en el margen izquierdo).
Al revés de lo que ocurría con las fronteras geopolíticas y de influencia de las tribus prerromanas, muy cambiantes en la antigüedad, aquí están perfectamente delimitadas por los cañones y gargantas denominadas arribes en el oeste de las actuales provincias de Salamanca y Zamora. La cita de Lancienses Transcudani en el puente de Alcántara, que los diferenciaba de los vetones de Lancia Oppidana, reafirma el carácter separador del Cuda, nombre romano del río Coa.
La frontera quedaba así delimitada con astures al otro lado del Duero y desde la desembocadura del Tormes más allá de Salamanca, y con los lusitanos al oeste, al otro lado del río Coa, remontando este hasta el sur para describir una línea al sur de Ciudad Rodrigo hasta la Sierra de Gata. Continúa hacia el suroeste por el valle del Eljas hasta su desembocadura en el Tajo, más o menos siguiendo la actual línea fronteriza entre la provincia de Cáceres y Portugal.
Los límites meridionales de Vetonia son más complejos, pudiendo llegar hasta el Guadiana, pues cerca de este río se han descubierto también verracos. Todos los castros vetones situados al norte del Guadiana tienen la misma estructura defensiva y los materiales de sus necrópolis son idénticos a los encontrados en los castros de la provincia de Ávila.

Los castros
De los vetones quedan una serie de castros, poblaciones fortificadas, en diversas provincias, pero sobre todo en las de Ávila y Salamanca. Estos poblados contaban con diversos recintos (algunos para el ganado) y muestran un alto grado de civilización. Los más importantes de estos asentamientos son los siguientes:
·         Castro de las Cogotas (Cardeñosa, Ávila)
·         Castro de Ulaca (Villaviciosa —Solosancho—, Ávila)
·         Castro del Raso (Candeleda, Ávila)
·         Castro de los Castillejos (Sanchorreja, Ávila)
·         Castro de Las Paredejas (Medinilla, Ávila)
·         Castro de La Coraja (Aldeacentenera, Cáceres)
·         Castro de Villasviejas del Tamuja (Botija, Cáceres)
·         Castro de Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes, Salamanca)
·         Castro de Las Merchanas (Lumbrales, Salamanca)
·         Castro de El Castillo (Saldeana, Salamanca)
Suelen emplazarse en lugares elevados y de difícil acceso junto a fuentes de agua y vías de comunicación. En otras ocasiones aparecen en zonas llanas en suelos de vocación agrícola, aunque la mayoría buscan la defensa de la altura.

OTROS ENLACES

No hay comentarios:

Publicar un comentario