¿Cómo llegar…?
A poco mas de hora y media desde
Madrid, cogemos la Carretera que atraviesa el Valle del Tietar la CL-501
(Madrid-Plasencia), a la altura de Casavieja, cogemos el desvio dirección La
Iglesuela (CM-5006), a los 1500 metros nos encontramos con el Rio Tietar, donde
antes de cruzarlo dejamos el coche en un apartado a mano izquierda y tras
cruzar la carretera andando nos encontramos de frente con el Puente.
Aunque
pertenece al termino de La Iglesuela (TO), se encuentra mas cerca y mas
accesible por Casavieja (AV). La zona es muy acogedora, hay una poza que
algunos utilizan como lugar de baño y esparcimiento.
El Puente Romano de La
Iglesuela
Aunque su origen es confuso, las
diversas fuentes que he consultado hablan de origen Vetón (recordemos, pueblo
prerromano de cultura celta que habitaba el oeste de la Península Ibérica. Su
asentamiento tuvo lugar entre los ríos Duero y Tajo, principalmente en el
territorio de las actuales provincias de Ávila, Cáceres, Salamanca, Toledo y
Zamora) y Romano, aunque su aspecto es medieval, no descartándose que sus
cimientos sean incluso de época Vetona, tal y como se alude en algunas fuentes.
Lo que si es cierto es que debio ser lugar muy transitado , ya que servía de
vía de comunicación entre el Valle del Tietar y Talavera de la Reina. Todo el
Valle del Tietar y La Vera esta plagado de diversos Puentes de origen Romano y
Medieval, lo cual da constancia de la importancia comercial de la zona de la
Sierra de Gredos con el Valle del Tajo, sobre todo en Ganadería, pieles y
lanas.
Posee solo un ojo central de grandes dimensiones, a modo de arco de medio punto, ya que el terreno a salvar no es muy grande, aunque si escarpado de piedra granítica.
Llama la atención el pavimento del Puente, que muestra el desgaste de los sillares utilizados en el mismo, piedra granítica redondeada por el paso de carros, caballerizas y gran numero de personas a lo largo de su dilatada existencia. El puente en la parte del intradós del arco, aun conserva los mechinales de los andamios utilizados en su construcción.
En las cercanías se
encuentra otro Puente de origen Romano conocido como «Puente de Garganta Torinas«.
VÍDEO
Para saber más de la Iglesuela del Tiétar...
Una
tarde por las calles de la Iglesuela del Tiétar (Toledo) - Guía para conocer
lugares con "encanto"
La
Iglesuela del Tiétar - Garganta Torinas y el puente romano
Los vetones (en lat. vettones)
fueron el demónimo que los historiadores griegos y romanos
emplearon sobre el conjunto de los pobladores prerromanos de cultura celta que habitaban un sector de la
parte occidental de la península ibérica y que compartían un denominador
más o menos común.
Su
asentamiento tuvo lugar entre los ríos Duero y Tajo, principalmente en el territorio de
las actuales provincias españolas de Ávila, Salamanca y Cáceres, y en parte de las de Toledo y Zamora. En la parte del oriente de Portugal también existen ejemplares de una de sus creaciones más
características, los verracos de piedra.
En
líneas generales los vetones limitaban con los pueblos vacceos al norte, con los astures al noroeste, al este con
los carpetanos, al sur con los oretanos, túrdulos y célticos y al oeste con los lusitanos. Es posible que también entraran en límite con el territorio arevaco al
noreste.
Su
cultura se caracterizó por su carácter guerrero y ganadero. Las diferentes
comunidades vetonas estaban dirigidas por una «estratocracia»
que controlaba los recursos, en particular el ganado. Construyeron
asentamientos defensivos en zonas elevadas; algunos ejemplos que han llegado a
nuestros días son los castros u oppida de Ulaca, El Raso, Sanchorreja, Las Cogotas o el de Mesa de Miranda.
El
concepto Vetonia como ente etno-político es probablemente un
producto posterior fruto de la nueva organización territorial de la Hispania romana que realizó Augusto en los últimos estertores
del siglo
I a. C.
Arqueológicamente, el territorio vetón corresponde al que ocupa la cultura denominada Cogotas II o de los verracos; esta cultura se desarrolla a partir del siglo V a. C. como una evolución de la cultura preexistente, Cogotas I, de finales de la Edad del Bronce, sobre la que influye la progresiva llegada de pobladores indoeuropeos.
Arqueológicamente, el territorio vetón corresponde al que ocupa la cultura denominada Cogotas II o de los verracos; esta cultura se desarrolla a partir del siglo V a. C. como una evolución de la cultura preexistente, Cogotas I, de finales de la Edad del Bronce, sobre la que influye la progresiva llegada de pobladores indoeuropeos.
La construcción de murallas
de los castros salmantinos y abulenses en la segunda mitad del siglo
V a. C. denota un incremento de la riqueza y los recursos de la
comunidad, necesarios para hacer frente al coste económico y humano (horas de
trabajo invertidas en la construcción en detrimento de tareas productivas
primarias) de la edificación de dichas defensas. En este incremento de la riqueza
debieron jugar un gran papel los contactos con sociedades más avanzadas del sur
de la Península y la influencia de los pueblos
colonizadores, con quienes se realizaban intercambios a través de una ruta
prehistórica que luego dará origen a la Vía de la Plata.
En torno al 500 a. C.-400 a. C. se
produjo un cambio profundo en el interior de la península. La puesta en
práctica de nuevas tecnologías agrícolas (proceso de deforestación, conversión
de zonas de bosque en pastos y campos para el cultivo) provocó que los
asentamientos fuesen más grandes y de ocupación más prolongada
(sedentarización), además de un crecimiento demográfico y una mayor
jerarquización social.
El cambio de las prácticas
agrícolas, el aumento de la producción y la acumulación de riqueza repercutió
en las redes de intercambio y en los contactos regionales. La aparición de
posibles invasores hace que se empiecen a construir murallas, torres, fosos;
estos poblados fortificados se denominan genéricamente «castros».
Las
murallas que se van construyendo tienen sillares angulosos y de gran tamaño,
aparecen torres de planta cuadrada, como en La Mesa de Miranda, aumenta la
superficie ocupada de los poblados, como en Las Cogotas o Salamanca, y se
fundan otros nuevos, como El Raso. Es ahora cuando se observa que existen
jerarquías entre ellos, y los poblados que son más importantes se organizan en
barrios, talleres, zonas de santuario, mercados... Estos poblados fortificados
de la Segunda Edad del
Hierro reciben
el nombre de Oppida, palabra que empezó a usar Julio César para los grandes asentamientos de la Galia.
Estos
centros, por su tamaño y por sus defensas, se consideran por algunos los
primeros centros urbanos prehistóricos de la Meseta occidental. Por ejemplo,
hacia el 300 a. C. Salamanca ya tenía una superficie de 20 ha. Es
casi seguro que otros poblados alcanzasen en este momento su tamaño actual,
como Las Cogotas, sus casi 15 ha, o La Mesa sus 19 ha. Por entonces
se fundaría El Raso, con la misma superficie que Salamanca. Más tarde, La Mesa
de Miranda amplía sus recintos a tres y ocupa 30 ha, llegando a invadir
parte de la necrópolis. Esto se ha relacionado con la conquista romana y los
periodos de inseguridad asociados, ya fueran las expediciones del pretor Postumio en el 179 a. C. o las de Viriato a mediados del siglo II a. C.
La producción de hierro, fundición del bronce, fabricación de cerámica, tejidos, talla en
piedra, la producción agrícola y ganadera, más el almacenamiento de alimentos a
gran escala, además de los ajuares de los cementerios y de las relaciones
comerciales e intercambio de productos a larga distancia —que se han podido
comprobar en poblados y necrópolis— permiten hablar de una creciente industrialización de los poblados
vetones, generaciones antes de la llegada de Roma.
Una de las manifestaciones
artísticas de los vetones son los verracos,
esculturas de toros y cerdos, e incluso en algunas
ocasiones, jabalíes, que se hallan esparcidas por todo el
territorio que se supone la Vetonia. La función de estas esculturas ha sido muy
debatida, y puede tratarse tanto de monumentos conmemorativos de victorias,
como tener significados mágico-religiosos de protección y reproducción del
ganado.
Otras pudieron tener
sentido funerario, como parecen demostrar las esculturas que aparecen asociadas
a piedras con cavidades, a modo de tapas de las tumbas, tal y como le ocurre a
alguno aparecido en Martiherrero (Ávila), pero se ha señalado que estas esculturas
pertenecieran a las élites vetonas romanizadas, y otros con inscripciones
funerarias.
Los
últimos estudios sobre los vetones coinciden en situar la frontera occidental
de este pueblo en el río Coa,
afluente del Duero por
su margen izquierda, que transcurre paralelo al río Águeda y por la actual frontera con Portugal (en su afluente Ribeira de Toures). Por
otra parte, la frontera oriental debió ser la que hoy en dia forma la linea que
comenzando en Talavera de la Reina pasa por El Casar de Escalona, Maqueda y
sigue hasta Ávila (en todos los casos anteriores en el margen izquierdo).
Al
revés de lo que ocurría con las fronteras geopolíticas y de influencia de las
tribus prerromanas, muy cambiantes en la antigüedad, aquí están perfectamente
delimitadas por los cañones y gargantas denominadas arribes en el oeste de las actuales
provincias de Salamanca y Zamora. La cita de Lancienses
Transcudani en el puente de Alcántara, que los diferenciaba de los vetones
de Lancia Oppidana, reafirma el carácter separador del Cuda, nombre
romano del río Coa.
La
frontera quedaba así delimitada con astures al otro lado del Duero y desde la
desembocadura del Tormes más allá de Salamanca, y con los lusitanos al oeste, al otro lado del río Coa, remontando este hasta el sur
para describir una línea al sur de Ciudad Rodrigo hasta la Sierra de Gata. Continúa hacia el suroeste por el valle del Eljas hasta su
desembocadura en el Tajo, más
o menos siguiendo la actual línea fronteriza entre la provincia de Cáceres y Portugal.
Los
límites meridionales de Vetonia son más complejos, pudiendo llegar hasta
el Guadiana, pues cerca de este río se han
descubierto también verracos. Todos los castros vetones situados al norte del
Guadiana tienen la misma estructura defensiva y los materiales de sus
necrópolis son idénticos a los encontrados en los castros de la provincia
de Ávila.
Los castros
De los
vetones quedan una serie de castros, poblaciones fortificadas, en
diversas provincias, pero sobre todo en las de Ávila y Salamanca. Estos
poblados contaban con diversos recintos (algunos para el ganado) y muestran un
alto grado de civilización. Los más importantes de estos asentamientos son los
siguientes:
·
Castro de las Cogotas (Cardeñosa, Ávila)
·
Castro de Ulaca (Villaviciosa —Solosancho—,
Ávila)
·
Castro del Raso (Candeleda,
Ávila)
·
Castro de los Castillejos (Sanchorreja, Ávila)
·
Castro de Las Paredejas (Medinilla, Ávila)
·
Castro de La Coraja (Aldeacentenera, Cáceres)
·
Castro de Villasviejas del Tamuja (Botija, Cáceres)
·
Castro de Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes, Salamanca)
·
Castro de Las Merchanas (Lumbrales, Salamanca)
·
Castro de El Castillo (Saldeana,
Salamanca)
Suelen
emplazarse en lugares elevados y de difícil acceso junto a fuentes de agua y
vías de comunicación. En otras ocasiones aparecen en zonas llanas en suelos de
vocación agrícola, aunque la mayoría buscan la defensa de la altura.
OTROS ENLACES
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