martes, 11 de noviembre de 2025

Fotos con Nostalgia (La vida en blanco y negro) - Provincia de Toledo y más...

Fotos con Nostalgia (La vida en blanco y negro) - Provincia de Toledo y más...
 
Visto en las redes de internet...
Mi agradecimiento a:
 
Maibel Dorado
Jiménez García Curro
Jose Mascaraque Díaz
Julián Cano Iglesias (Editores de fotos gratis)
Libre Mente
Amigas traje Lagartera
LA ALACENA DE DON QUIXOTE
Alfonso López Mateo
 
 
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Chimeneas de pueblo
 

Me llamo chimenea, y llevo más de cien inviernos respirando el humo y el calor de esta casa toledana. Mi ladrillo está ennegrecido por los años, pero también guardo el brillo de tantas risas, susurros y brasas encendidas.
 
He visto pasar generaciones enteras, desde los abuelos de los abuelos hasta los niños de ahora, que ya casi no se sientan a mirarme. Antes, cuando el frío venía bajando de la sierra y el viento silbaba por las rendijas, todos se reunían a mi alrededor. La abuela echaba un tronco gordo, el abuelo removía las brasas con su badila, y los niños… ¡ay, los niños! Se pasaban horas jugando con un palo, removiendo la lumbre, viendo cómo las chispas subían como luciérnagas al cielo de mi garganta.


Escuché historias de miedo, de guerra, de amores secretos y de apariciones en la noche. Escuché romances antiguos, villancicos desafinados y promesas hechas al calor de mis llamas. Fui testigo de silencios pesados y también de carcajadas que hacían temblar las paredes.
 
Ahora caliento menos manos, y mi fuego se enciende solo de vez en cuando, más por nostalgia que por necesidad. Pero cuando cruje la leña y la primera chispa despierta, me parece oír de nuevo las voces de antes, el murmullo de la vida sencilla que tanto me quiso.
 
Porque aunque el tiempo pase y la casa cambie, mientras alguien se siente frente a mí, yo seguiré hablando… en el lenguaje del fuego y la memoria.


  

 
Recuerdo aquellos días como si el tiempo no hubiera pasado del todo. La calle era angosta, fresca en verano y sombría en las tardes de invierno. El eco de los cascos del burro sobre el empedrado resonaba entre las paredes de piedra, y el aire traía el olor a pan recién hecho y a leña quemada. 
 
Desde mi balcón, cubierto de macetas con geranios y albahaca, solía ver pasar a los hombres con sus cargas y sus sombreros ladeados, siempre con prisa, siempre con algo que hacer.
 
El portalón de madera que daba al arco parecía enorme entonces, casi sagrado. Decían que por allí habían pasado generaciones, y cada piedra guardaba secretos de quienes vivieron antes que nosotros. 
 
Yo era joven, y soñaba con ver el mundo más allá de esa calle, pero ahora entiendo que en esos rincones, en esos sonidos y olores, estaba todo mi mundo. 
 
Qué distintos parecen los días hoy, sin aquel rumor de voces y sin el sol que se filtraba, manso, entre las tejas y los balcones.
 

 
La niña lagarterana
 
Con su pañuelo blanco y fino,
bordado a mano con primor,
camina la niña del camino,
flor de Toledo, rayo de sol.
 
Luce su traje con alegría,
de cintas, puntillas y color,
orgullo lleva en la mirada,
herencia viva de su región.
 
El aire juega entre sus lazos,
su falda danza con el rumor
de los molinos y los campos
que guardan siglos de tradición.
 
Sueña con fiestas en la plaza,
con las campanas y el tambor,
con ser mujer entre las flores,
con seguir viva en su canción.
 
Su cántaro, firme en los brazos,
guarda el reflejo del corazón;
agua del pueblo, limpia y clara,
como su alma, sin pudor.
 
Le gusta el brillo de su pañuelo,
le gusta el nudo que le ató,
porque en él siente que la abraza
la historia vieja de su amor.
 
Niña lagarterana, sencilla,
con tu mirada y tu candor,
eres retrato de una Castilla
que vive en tela, en hilo y sol.
 

 
La imagen retrata una escena humilde, profundamente humana, que refleja la España de la posguerra: un país que, tras los años oscuros del conflicto, trataba de rehacerse con lo poco que tenía. 
 
En una pequeña habitación de paredes encaladas y techo de madera, cuatro niños comparten dos camas. No hay lujo, apenas abrigo, pero sí una sensación de unión y resistencia. La pobreza material contrasta con la dignidad silenciosa de sus rostros.
 
En aquellos años, muchas familias vivían en condiciones muy parecidas. Las casas eran sencillas, a menudo levantadas con las propias manos, con techos bajos y muros de piedra o adobe. No había comodidades: el agua se traía de la fuente, la luz era escasa, y el frío del invierno se combatía con mantas viejas y braseros. 
 
La ropa se heredaba de hermano a hermano, se remendaba una y otra vez, y los zapatos eran un tesoro que duraba hasta el último hilo.
 
La posguerra fue tiempo de escasez, pero también de ingenio y solidaridad. Se vivía con lo básico: un trozo de pan, un poco de aceite, unas patatas, y, si había suerte, algo de tocino. 
 
Las madres hacían milagros para alimentar a los suyos, y los niños, como los de la fotografía, aprendían pronto el valor del esfuerzo y la importancia de compartir.
 
En medio de aquella pobreza había, sin embargo, una fuerza callada: la esperanza de que el mañana sería mejor. La vida sencilla, dura pero auténtica, forjó una generación acostumbrada a luchar, a trabajar desde la aurora y a soñar sin tener casi nada.
 
Esta imagen es, en definitiva, un testimonio vivo de la España que sobrevivió con dignidad a la miseria, que aprendió a construir futuro con las manos vacías, y que, entre paredes desnudas y camas compartidas, supo mantener lo más importante: el calor humano y la fe en la vida.
 



 

 

 
Puerta del Sol
(Madrid)
 
  
  
 
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viernes, 7 de noviembre de 2025

Sí pudiéramos viajar en el tiempo... (Fotografías en blanco y negro) - La Ciudad de las Tres Culturas (Toledo)

Sí pudiéramos viajar en el tiempo... (Fotografías en blanco y negro) - La Ciudad de las Tres Culturas (Toledo)

Imágenes vistas en Google
de fotos antiguas de Toledo
 
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Sí pudiéramos viajar en el tiempo… (Fotografías en blanco y negro) — La Ciudad de las Tres Culturas (Toledo)
 
En las calles estrechas de Toledo, donde cada piedra parece guardar un secreto medieval, aún resuena la nostalgia de un mundo que se veía en blanco y negro. Quienes observan hoy las antiguas imágenes de la Ciudad de las Tres Culturas —sus sinagogas, mezquitas e iglesias entrelazadas en un mismo paisaje histórico— no solo ven un pasado lejano; sienten una llamada emocional, una invitación a imaginar cómo era caminar por esas mismas calles cuando la fotografía apenas comenzaba a captar la vida.
La nostalgia congelada en plata
 
Las primeras fotografías de Toledo eran retratos del tiempo detenido. En ellas, el río Tajo parecía un espejo inmóvil, las murallas una frontera eterna, y los habitantes sombras efímeras rugiendo contra la larga exposición. Aquellas imágenes, reveladas con paciencia en cuartos oscuros, no solo documentaban. Eran memoria pura. Y cada disparo de la cámara era un acto casi ritual.
 
La fotografía no solo capturaba escenas: capturaba la forma en que el mundo quería ser recordado.
 


 
Del carrete al píxel: una revolución silenciosa
 
Con la llegada del siglo XXI, la nostalgia empezó a coexistir con la inmediatez. El carrete dio paso a sensores digitales, a pantallas que mostraban instantáneamente la luz convertida en puntos diminutos. La democratización del retrato hizo que cualquiera pudiera fijar un momento sin esperar revelado alguno.
 
Pero la verdadera revolución estaba aún por llegar.
El milagro de dar movimiento a lo que estuvo quieto
 
Hoy, la tecnología ha roto una frontera que durante más de un siglo parecía infranqueable: las fotografías pueden moverse. Inteligencias artificiales capaces de interpretar gestos, estimar miradas y reconstruir expresiones permiten que rostros de hace cien años cobren vida en segundos.
 
Donde antes había una quietud casi sagrada, ahora encontramos parpadeos, sonrisas leves, movimientos de cabeza que jamás existieron pero que se sienten sorprendentemente auténticos.
 
Mirar estas imágenes animadas de Toledo es como abrir una ventana imposible: monjes medievales cruzando patios, artesanos que parece que van a levantar la vista, mujeres que podrían hablar en cualquier momento. Se trata de una nostalgia aumentada, una memoria revivida.
 




 
¿Avance o desafío?
 
La capacidad de dar movimiento a lo que nunca se movió plantea también preguntas.
¿Estamos honrando el pasado o reinterpretándolo?
¿Es un tributo o una ilusión cuidadosamente construida?
 
En la Ciudad de las Tres Culturas, donde convivieron religiones, lenguas y tradiciones distintas, la fotografía animada se convierte en un nuevo capítulo de diálogo entre tiempos. Un puente tecnológico entre aquello que fue y aquello que imaginamos que pudo ser.
 
Un viaje imposible… pero cercano
 
Sí pudiéramos viajar en el tiempo, quizá no haríamos otra cosa que caminar lentamente por la Judería, escuchar el murmullo del Zocodover o detenernos ante el Alcázar al amanecer. Pero mientras ese viaje siga siendo imposible, la fotografía —esa mezcla de arte, técnica y memoria— nos regala un billete simbólico.
 
Las fotos antiguas de Toledo nos muestran lo que fue.
La tecnología moderna nos permite soñar con cómo fue.
Y entre ambas, la nostalgia sigue siendo la verdadera protagonista.
 








 
Orgullo es... realizar tus sueños pese a las adversidades...
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla - La Mancha
Acreditación Oficial Informador Turístico
(N° Reg. EXP/ITL/RDM-0019)
Guía de Montaña
 


Sí pudiéramos viajar en el tiempo... (Fotografías en blanco y negro) - Talavera de la Reina (Toledo)

Sí pudiéramos viajar en el tiempo... (Fotografías en blanco y negro) - Talavera de la Reina (Toledo)

Imágenes vistas en Google
de fotos antiguas de Talavera
 
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Si pudiéramos viajar en el tiempo… (Fotografías en blanco y negro) – Talavera de la Reina (Toledo)
 
Dicen que las fotografías son pequeña máquinas del tiempo. No necesitan engranajes ni relojes: basta una chispa de luz para congelar un instante que, sin ellas, se perdería para siempre. En Talavera de la Reina, ciudad de cerámica y río, donde el Tajo avanza lento como si contara historias, la evolución de la fotografía parece tener un eco especial.
 
Cuando todo era luz y alquimia
 
A principios del siglo XIX, fotografiar era casi un acto de magia. Los primeros daguerrotipos mostraban rostros hieráticos, calles desiertas y cielos velados. No era que la gente no se moviese: era que la cámara necesitaba tanto tiempo para capturar la luz que cualquier gesto fugaz desaparecía.
 
Imagina esos primeros retratos tomados en Talavera: artesanos inmóviles frente a sus hornos, mujeres quietas bajo el sol, el puente viejo impasible. Cada imagen era única, irrepetible, grabada en placas de metal que brillaban como espejos. Era el nacimiento de una memoria nueva.
 

 
El blanco y negro: la piel del tiempo
 
Con el paso de las décadas, los procedimientos se perfeccionaron. Llegó el negativo en vidrio, luego el carrete, y la fotografía empezó a volverse más accesible. Las calles talaveranas comenzaron a llenarse de pequeños fotógrafos ambulantes y estudios improvisados.
 
El blanco y negro se convirtió en el idioma visual de generaciones enteras. No necesitaba colores para transmitir emociones: bastaban un contraste bien marcado, una sombra profunda, un brillo en los ojos. En esas imágenes, Talavera parece eterna: sus azulejos brillan con una luz silenciosa y los mercados parecen escenas de una película antigua.
 
La llegada del color: el mundo recupera su voz
 
Cuando la fotografía en color comenzó a hacerse común en la segunda mitad del siglo XX, muchos la veían como un milagro. El azul del río, el ocre de la cerámica, el rojo de las fiestas… todo volvía a la vida como si el pasado hubiese estado esperando ese amanecer.

Las postales de Talavera cambiaron para siempre. Ahora sí se podía presumir del esplendor de la Basílica del Prado, del brillo de los mosaicos, del verde que rodea el Tajo en primavera. El color añadió emoción, cercanía, verdad.
 


 
Del carrete al píxel: la revolución silenciosa
 
A finales del siglo XX y comienzos del XXI, la fotografía vivió su mayor transformación desde sus orígenes. Las cámaras digitales convirtieron la luz en números, y esos números en imágenes instantáneas. El carrete dejó de ser un límite, y la espera del revelado se transformó en un clic inmediato.
 
De repente, todo el mundo podía capturar su vida diaria: un amanecer en la Alameda, un café frente al Ayuntamiento, una tarde de Mondas. La memoria se volvió abundante, casi infinita.
 
El siglo XXI: cuando las fotografías se mueven
 
Pero lo más sorprendente estaba aún por llegar.
Hoy, gracias a la inteligencia artificial, las fotografías ya no se conforman con quedarse quietas. Pueden parpadear, girar la cabeza, sonreír. Pueden moverse.
 
Imagina un retrato de principios del siglo XX de una familia talaverana, inmóvil ante la cámara. Hoy, con técnicas modernas, es posible ver cómo ese rostro rígido se suaviza, cómo los ojos cobran vida, cómo parece respirar. No es exactamente el pasado… pero es una forma de acercarse a él.
 
La frontera entre imagen fija y movimiento se diluye, creando una especie de nostalgia animada. Y Talavera, con su historia centenaria, se convierte en un escenario perfecto para este viaje emocional: del blanco y negro al color, del carrete al píxel, de la quietud al movimiento.

Un puente entre épocas
 
Si pudiéramos viajar en el tiempo, quizá descubriríamos que la evolución de la fotografía no es solo técnica: es una forma de mirar el mundo. De recordarlo. De sentirlo.
 
Hoy, cuando una fotografía antigua parece parpadear en la pantalla, no solo vemos un rostro. Vemos a una persona que existió, que soñó, que caminó por las calles que hoy pisamos. Y ese instante, aunque generado por la tecnología, nos recuerda algo esencial: la memoria nunca deja de moverse.
 




 
VÍDEO 1
 
 
Para ver mejor todos los vídeos:
 
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VÍDEO 2
 




 . 







 
PInturas
Manuel García Rodríguez
 




 
VÍDEOS
 
PInturas
Manuel García Rodríguez
 

 
Entre Hinojosa y Talavera (Exposición Centro Cultural El Salvador) - Talavera de la Reina (Toledo)
http://realdesanvicentepuebloconencanto.blogspot.com/2020/11/entre-hinojosa-y-talavera-exposicion.html?m=1
 
34 VÍDEOS
 
 
Orgullo es... realizar tus sueños pese a las adversidades...
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla - La Mancha
Acreditación Oficial Informador Turístico
(N° Reg. EXP/ITL/RDM-0019)
Guía de Montaña