Cuentan los viejos de la Sierra de San Vicente de generación generación que... entre las brumas del Piélago, no solo se alzan los restos de antiguos molinos… sino también los ecos de un secreto nunca revelado.
De los tres molinos que aún resisten al paso del tiempo, hay uno al que nadie se atreve a entrar cuando cae la noche. Está construido con firme sillería del siglo XVII, testigo de los días en que los frailes carmelitas calzados del Convento del Piélago dominaban aquellas tierras. Pero ese molino, el más oculto entre robles y rocas, guarda una historia que los monjes jamás escribieron.
Dicen que una noche, uno de los frailes desapareció sin dejar rastro, y al amanecer, las muelas del molino giraban solas, sin agua ni viento. Desde entonces, cada luna nueva, puede oírse un lamento entre las piedras, un susurro que no es del viento ni del bosque.
Los pastores lo llaman “el Molino del Alma”, porque creen que guarda el espíritu del fraile desaparecido, condenado a moler eternamente algún pecado olvidado. Hay quien dice que si entras al molino en la noche adecuada, podrás oír su voz… y si logras entenderla, conocerás el secreto que los carmelitas juraron ocultar para siempre.
Pero cuidado: no todos los que lo intentaron salieron para contarlo.
Fray Alonso
Los documentos oficiales del convento jamás mencionaron su nombre, como si hubiera sido borrado de la historia. Pero los más ancianos, aquellos que heredaron la palabra susurrada por generaciones, aún recuerdan cómo lo llamaban: Fray Alonso del Cierzo. Era un hombre austero, de mirada dura y lengua afilada, al que se le encomendó cuidar el molino más alejado, el que tocaba ya los dominios de lo salvaje.
Durante años, Fray Alonso vivió solo entre muelas, sacos de harina y cántaros, lejos del convento, custodiando no solo el grano, sino algo mucho más valioso: cofres que llegaban al molino en la noche, cargados con oro, reliquias y libros que no debían ver la luz del día. Eran tesoros ocultos de la Inquisición, escondidos por los frailes en su pacto secreto con el poder.
Pero la codicia pudo más que su fe. Fray Alonso empezó a comerciar en secreto con brujos, herejes y alquimistas de la sierra. Decían que vendía páginas arrancadas de grimorios (Libro de fórmulas mágicas usado por los antiguos hechiceros), antiguos, amuletos y cruces con nombres borrados de los santos que llamaban "malditos".
Los documentos oficiales del convento jamás mencionaron su nombre, como si hubiera sido borrado de la historia. Pero los más ancianos, aquellos que heredaron la palabra susurrada por generaciones, aún recuerdan cómo lo llamaban: Fray Alonso del Cierzo. Era un hombre austero, de mirada dura y lengua afilada, al que se le encomendó cuidar el molino más alejado, el que tocaba ya los dominios de lo salvaje.
Durante años, Fray Alonso vivió solo entre muelas, sacos de harina y cántaros, lejos del convento, custodiando no solo el grano, sino algo mucho más valioso: cofres que llegaban al molino en la noche, cargados con oro, reliquias y libros que no debían ver la luz del día. Eran tesoros ocultos de la Inquisición, escondidos por los frailes en su pacto secreto con el poder.
Pero la codicia pudo más que su fe. Fray Alonso empezó a comerciar en secreto con brujos, herejes y alquimistas de la sierra. Decían que vendía páginas arrancadas de grimorios (Libro de fórmulas mágicas usado por los antiguos hechiceros), antiguos, amuletos y cruces con nombres borrados de los santos que llamaban "malditos".
El molino se convirtió en un lugar de reuniones prohibidas, donde se hablaban lenguas muertas y se invocaban cosas que no tenían nombre.
Y entonces ocurrió...
Una noche sin luna, el molino comenzó a girar con una fuerza sobrenatural. Los árboles se inclinaban hacia él como si el bosque entero temblara. Desde el convento vieron una columna de humo negro elevarse hacia el cielo. Alarmados los frailes... se acercaron y al llegar encontraron todo en silencio… salvo por las muelas, que giraban lentas, empapadas de algo que no era agua ni harina.
Fray Alonso había desaparecido, pero se dice que en el suelo quedó marcada una figura hecha de símbolos antiguos (estrella invertida), aún visibles entre las piedras húmedas. Desde entonces, ningún fraile volvió a acercarse. Sellaron el lugar y juraron no hablar jamás de lo ocurrido.
Una noche sin luna, el molino comenzó a girar con una fuerza sobrenatural. Los árboles se inclinaban hacia él como si el bosque entero temblara. Desde el convento vieron una columna de humo negro elevarse hacia el cielo. Alarmados los frailes... se acercaron y al llegar encontraron todo en silencio… salvo por las muelas, que giraban lentas, empapadas de algo que no era agua ni harina.
Fray Alonso había desaparecido, pero se dice que en el suelo quedó marcada una figura hecha de símbolos antiguos (estrella invertida), aún visibles entre las piedras húmedas. Desde entonces, ningún fraile volvió a acercarse. Sellaron el lugar y juraron no hablar jamás de lo ocurrido.
Pero el molino no olvidó.
Hoy, quien se atreve a entrar en él en la noche correcta, jura sentir una presencia. Algunos han visto sombras moverse por las paredes, otros escucharon una voz ronca susurrar en latín.
Hoy, quien se atreve a entrar en él en la noche correcta, jura sentir una presencia. Algunos han visto sombras moverse por las paredes, otros escucharon una voz ronca susurrar en latín.
Dicen que es Fray Alonso, atrapado por siempre en la rueda de su propia avaricia, condenado a moler no trigo, sino las almas de quienes buscan el conocimiento prohibido.
Porque hay libros que no deben leerse. Y puertas que, una vez abiertas, no se pueden volver a cerrar.
Porque hay libros que no deben leerse. Y puertas que, una vez abiertas, no se pueden volver a cerrar.
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Acreditación Oficial Informador Turístico
Guía de Montaña
No hay comentarios:
Publicar un comentario