Ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.
Ya no brota la hierba, ni florece el narciso,
Ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.
Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
Le recuerda al sediento el horror de la muerte.
¡Mas no importa!; a lo lejos otro arroyo murmura
Donde humildes violetas el espacio perfuman.
Y de un sauce el ramaje, al mirarse en las ondas,
Tiende en torno del agua su fresquísima sombra.
Rosalía de Castro
No hay comentarios:
Publicar un comentario