Esta tradición se remonta a 1945 cuando un matrimonio de la ciudad donó la imagen del Cristo de Medinaceli al monasterio de las Madres Bernardas, que proyectaron el culto todos los viernes del año, aunque pronto optaron por dejarlo en el primer viernes del mes de marzo, como también sucede en Madrid.
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A los pies se encuentra el coro y bajo éste el acceso al templo. El coro está situado sobre una bóveda similar a la de la nave. A la derecha de la cabecera de la iglesia está el acceso al capítulo.
Se conserva a este mismo lado del templo el sepulcro del cardenal Gil de Albornoz, director de la obra —desde Roma— de este convento.
La fachada de su iglesia con su única y principal puerta da a la plaza de San Pedro y presenta una rica decoración de barroco en ladrillo. La construcción de este conjunto estuvo dirigida por uno de sus arquitectos más importantes del siglo XVII, Fray Lorenzo de San Nicolás y fue fundado por Teresa de Saavedra.
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